Una parte importante de los clientes para los que desarrollamos prototipos de nuevos productos son jóvenes startups en las que sobra el talento y las ideas, pero escasea la financiación para poner el proyecto en marcha. Lo cierto es que se hace muy complicado (y desesperanzador) invertir energías, esfuerzos y dinero en proyectos que tendrían cabida en el mercado real, pero que por falta de recursos de los socios creadores se ven obligados a quedarse en un cajón.
Esto es precisamente lo que intentan evitar los ‘Business angels’, una denominación realmente emotiva para ilustrar la condición de mecenas de estos grupos de inversión. Básicamente se dedican a seleccionar proyectos de startups potencialmente prometedoras e inyectan capital en la empresa a cambio de una participación accionaria. Además, no se trata únicamente de una relación monetaria, ya que es muy habitual que se intervenga el proyecto de forma más global aportando los ‘angels’ su experiencia personal en el desarrollo y gestión empresarial que ayuda a los socios fundadores en su carrera hacia el éxito.
El tándem que acaban formando los socios y el inversor acuerda los términos en cada caso para garantizar que los intereses de ambos queden cubiertos. Al final la mayoría de los casos el objetivo común es la venta final a medio plazo una vez que el proyecto haya despegado para poder recuperar la inversión uno y desarrollar al máximo el potencial del proyecto los otros.